En estos días inciertos, la vida política del estado español se ha convertido en un híbrido entre pase de modelos y exhibición de plumaje de pavo real. Si «seducir» es persuadir para que alguien haga algo que queremos y que en un primer momento ni se planteaba, ¿cómo no vamos emplear exactamente ese término para describir qué es lo que están haciendo los políticos españoles?
Ni «programa, programa, programa» ni «pim, pam, propuesta». Lo que desfila ante nuestros ojos, en La Sexta Noche, en el programa de Ana Rosa, en Twitter y en Facebook, en la 1, en la 2, en Tele5 y en las portadas del ABC, es una danza de cortejo. Prometer hasta meter la papeleta en la urna y, una vez metida, nada de lo prometido. Pasen y vean, conozcan a los cinco seductores que intentarán llevarnos al colegio electoral el próximo 20 de Diciembre.
Mariano Rajoy (Partido Popular): el Subseductor
Me duele en el alma pero es la pura verdad. El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, está muy cerca de los preceptos que defendemos en Antiseductor, pues que practica el no hacer tan bien que cualquier maestro zen pagaría por dar una master class con él.
Es el único político que ha llegado a Presidente de España habiendo perdido dos (2) veces contra su rival, en un claro ejemplo de que dejar que los que están a tu alrededor la caguen hace que tú parezcas mejor que ellos… aunque en realidad seas, demostrado y demostrable, absolutamente ho-rri-ble.
«¿En qué quedó lo de la europea?»
Pedro Sánchez (Partido Socialista Obrero Español): el Capitán del Equipo de Fútbol Americano
Bueno, en realidad, como aquí fútbol americano no se juega, se ha tenido que contentar con el segundo deporte más seguido de España (cuando no ganan ni Alonso ni Nadal): el baloncesto.
Sánchez es Un Tío Guapo(tm), con ese porte, esas maneras, esa percha, esa sonrisa, esa voz grave y ese saber estar que le encanta a tu abuela, satisface a tu madre y hace pensar a tu padre que «bueno, mejor este que no otro por ahí que vete tú a saber lo mismo se droga o algo». La contrapartida más obvia es que es un pansinsal, la marca blanca del atractivo, tan medido cada movimiento que un señor catalán bajito bailando muy malamente una de Queen pone de manifiesto que la horchata corre por sus venas. La contrapartida menos obvia es que es tan clásico, tan clásico, que, aunque no lo parezca de entrada, es un carca casi como el anterior. Ya dijo un día que él ayudaba en las tareas del hogar; ojalá descubra pronto que lo que hay que hacer es colaborar al mismo nivel.
Al menos, cuando gane las próximas elecciones, podremos decir que tenemos al presidente más estereotípicamente latin lover de Europa y parte del extranjero.
Pablo Iglesias (Podemos): el Intelectual
El líder de Podemos ya dijo en una ocasión que él no era un «macho alfa» y, efectivamente, el Coletas no encaja con ese estereotipo que, por cierto, en Antiseductor nos hace mucha gracia (porque se trata de un concepto que a lo mejor funciona con leones, pero no con humanos).
Entonces, si no eres un «macho alfa», alguna treta te tendrás que buscar para resultar interesante. Iglesias tira de galones universitarios y se convierte en ese seductor cansino que en la primera cita te cuenta la vida y obra de Gramsci, de Marx, de Deleuze, de Althusser y de Preciado (para que veas que tiene formación en feminismo, ojo), todo para que te quede claro por qué deberías votarle a él acostarte con él: porque en su casa tiene libros y los libros molan. La barrila, por su puesto, te la dará sin prestar atención a nada de lo que tú puedas querer decirle al respecto. El ego desbocado no tiene por qué ser la mejor de las opciones; luego se sorprenderá de comerse un mojón, con lo mucho que sabe y lo preparado que está en comparación con el resto.
Albert Rivera (Ciudadanos): el Buen Tío
Después del percal de estos tres primeros, casi que estás por la labor de arrimarte a uno que al menos parezca limpito y honrao. ¡Cuidado! Albert Rivera es el clásico que va de bueno y luego te da la desagradable sorpresa.
«No, yo no soy como los demás», te dirá, y te pondrá esos ojitos de cordero degollado hablado de su hija, que sabe que funciona estupendamente. «Soy el cambio sensato», te contará en la primera cita, aunque tú ya te hueles que hay algo ahí que no cuadra. ¿Cómo era eso de privatizar la sanidad y ayudar a las empresas? ¿Cómo era eso de juntarse con el PP en Madrid y con el PSOE en Andalucía? ¿Contradicciones, dices? ¡Qué va, mujer! ¡No ves la caña que me están dando por todos lados! Que si falangista, que si me meto farla… ¡preferís a los malotes que llevan el pelo largo o al cachas del equipo de rugby! ¡Me merezco lo mejor, con lo bueno que soy!
Alberto Garzón (Izquierda Unida): ¿Quién?
Cerramos este breve repaso con el que probablemente sea la mejor de las opciones, pero jamás lo sabremos porque se junta con unos amigotes que madre mía. Garzón es un tío inteligentísimo, que hace deporte y está tremendamente concienciado con las injusticias del mundo; es muy guapete y se le nota que tiene buen fondo. Es la versión mejorada de Pedro Sánchez, que en vez de capitán de fútbol americano es mitad ajedrecista mitad corredor; es la versión mejorada de Pablo Iglesias, tan leído como el de la coleta pero menos chapas; es la versión mejorada de Albert Rivera, buen chaval pero de verdad. ¿Qué más se le puede pedir? Bueno, que vigile a sus amistades, a lo mejor.
Resulta que Garzón es el tipo de tío que le da la vara a los que tiene alrededor para que cambien (en lugar de marcharse él a, qué sé yo, ¿Podemos?) pero, como sabemos, ese es un camino arduo y lleno de peligros que no tiene por qué dar frutos. La panda de Verdaderos Izquierdistas que tiene por compañeros y colegas diluyen su presencia hasta hacerlo casi invisible. Tanto, que ni siquiera he encontrado un gif gracioso para ilustrar su parrafito.
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