No es una cosa que nos enseñen en el cole, ni tampoco en casa. Tu padre no te dice «hijo: tienes el derecho a piropear a quien tú quieras». Pero luego lo ves, ves cómo sucede, cómo lo hacen otros… y sobre todo ves que no tiene grandes consecuencias. Ya sea en el bar, desde la obra, del jefe a la becaria o del compañero de clase a la compañera de clase, el piropo es algo común y está plenamente aceptado.
El mundo pertenece a los hombres y el piropo es solo una de las manifestaciones de esta realidad, donde invadir la intimidad y molestar a las mujeres está legitimado, donde no hay ningún gran problema en invitar a un café a una tía que no conoces de nada (o que sí conoces y ya te dijo una vez que pasaba), donde los seductores científicos cobran 300 pavos por enseñar a acosar, donde le puedes entrar a una tía en un bar aunque ella ya haya declinado amablemente la compañía de 40 idiotas previos, donde se conquista el patio del cole para dar balonazos o donde se acapara el protagonismo en cualquier evento colectivo pisándolas a ellas.
El mundo pertenece a los hombres, es un hecho, y se puede y se debe colaborar para que cambie. No piropear es lo más fácil y razonable del mundo, un pequeño paso para empezar a ser una persona mejor. NO SEAS BRASAS. NO MOLESTES.
Texto inspirado por la tralla que le dieron a La presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona, cuando dijo que «El piropo es una invasión de la intimidad y debe erradicarse».
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