Un amigo me ha contado que hay una web, Tuempleada.com, donde puedes contratar servicio doméstico con la garantía de que hacen entrevistas personalizadas e intentan activamente mejorar las condiciones y el salario justo de las empleadas.
En Twitter, personas como Galicia explican el trabajo de las empleadas del hogar desde dentro, luchando contra la estigmatización y por los derechos laborales, visibilizando los problemas a los que se enfrentan (que son muchos y muy variados).
Las Kellys, las que limpian, son una Asociación a nivel estatal de camareras de pisos que (cito su manifiesto) «tiene como objetivos dar visibilidad a la problemática de las camareras de piso, así como contribuir a la mejora de su calidad de vida«.
Bien.
Espero que no nos quepa ninguna duda: el trabajo se paga y todas estas iniciativas son positivas, sobre todo porque nacen de quien sabe qué necesita (no, ninguna de ellas las ha montado la patronal, claro).
Una vez referido este punto de partida, vamos a preguntarnos algo.
¿Por qué contratamos a una empleada del hogar o dejamos que lo haga mamá, si podemos hacerlo nosotros mismos?
Hombres que hacen cosas
Tengo un amigo (no es el del primer párrafo) que me contó una vez que, buscando piso, se encontró con una habitación que se ofertaba en un apartamento que ya habitaban dos muchachos.
Estos dos tipos, treintañeros e ingenieros, tenían contratada una empleada del hogar. Dentro de lo que pagabas al mes, por 20/30 euros más, te asegurabas de que esta mujer te limpiase también tus cosas.
Otro amigo, recién empezado a trabajar a jornada completa con un sueldo más o menos digno, se quejó a un compañero: no le daba tiempo a limpiar su casa adecuadamente porque se pasaba 11 horas fuera de ella. El compañero le dio la solución: por 40 euros al mes, a él le iba una señora a limpiar la casa.
Tan fácil es quitarse de encima el cuidado del hogar como desembolsar 40 euros al mes (o 30, o 20 probablemente).
Pim, pam, me olvido. Cobrando 1.200 limpios (sí, te estoy mirando a ti, informático junior) es como no comprarse un juego en el Steam (que no esté rebajado, of course).
La cuestión que me surge cuando veo estas actitudes y razonamientos en hombres es… ¿por qué no nos planteamos limpiar nosotros mismos?
Limpiarse la mierda uno mismo: una propuesta
El objeto de este post es que tú y yo nos sentemos y pensemos por qué nos parece bien pagarle (justamente, respetando sus derechos laborales por encima del mínimo que marca la ley) a alguien que nos planche o nos friegue cuando 1) No pagamos a mamá cuando lo hace ella 2) Es un trabajo que en realidad tenemos capacidad para llevar a cabo nosotros mismos.
Testimonio anónimo 1: No tengo tiempo. Como bien dices, curro de informático junior. Eso supone una media de 11 horas fuera de casa al día. Si tengo que dormir 8, me quedan 5 para to-do lo de-más. Llego reventado a casa y no soy capaz de coger el mocho.
Testimonio anónimo 2: Es difícil. En mi casa, la jerarquía está clara: mamá lava la ropa, plancha, cocina y barre cuando le toca. Papá trae la compra, friega los platos y barre cuando le toca. No hay mucho que yo pueda hacer porque está todo muy adjudicado, y cuando lo intento me ponen pegas porque no sé hacerlo bien.
Testimonio anónimo 3: Es que es más fácil así. Me quito de movidas.
Seguro que hay más planteamientos, pero dediquemos este post a estos tres (tal vez podamos ampliarlo en el futuro).
1. Si el trabajo no te deja tiempo para quitar las pelusas de debajo de la mesa del comedor, el problema es el trabajo, no barrer.
2. ¡Lúchalo! ¡Inténtalo! Primero se mofarán de ti pero cuando consigas quitarle la roña adecuadamente a los platos estarás haciendo mejor la vida en tu casa.
3. Totalmente cierto. ¿No tienes inquietudes? Tal vez deberías tener inquietudes.
Háztelo tú mismo
Obviamente (aunque lo voy a dejar por escrito, que os conozco), no estoy pidiendo un boicot a las trabajadoras domésticas, limpiadoras o canguros. No tiene sentido, además.
Lo que pido es reflexión. Que pienses si tú puedes hacer algo por mejorar el desarrollo de las tareas del hogar en tu casa de forma activa, no haciendo lo que es más fácil: poner ahí 20 euros y hala.
Creo que es beneficioso para nosotros, que somos hombres y no nos han educado para ser amos de casa, tomar conciencia del trabajo que supone mantener un hogar limpio. Pagar y olvidarnos no es el camino para concienciarnos. Peor todavía: dejar que mamá lo haga y olvidarnos no es el camino para concienciarnos.
Entonces, ¿pagar a la señora de la limpieza está mal?
No, leches.
No.
El objetivo de este post no es convencerte para que dejes de pagar a la señora que va a limpiarte la habitación cada jueves, sino que te mires el ombligo y reflexiones.
Estamos de acuerdo en que hay que pagar por los trabajos que se realizan, incluso pagar aquellas cosas que no se consideran trabajo por una amplia mayoría (como ser ama de casa).
Lo que pasa es que me da miedo asumir este punto de manera acrítica.
Es decir: me da miedo que muchos tíos nos sintamos «tranquilos», estemos a gusto con nosotros mismos, tengamos la conciencia limpia, porque estamos delegando trabajo y pagando por ello, sin pensar un poco más en profundidad cómo es que nos parece normal que nos limpie la caca mamá hasta los 25 y una trabajadora a partir de los 25, o si no hay otra alternativa.
(Esto puede aplicarse a más ámbitos que el de la limpieza, claro).
Ya, ya sé lo que me vas a decir: que tú no lo haces así, que Not All Contratadores De Servicio Doméstico. ¡Ya lo sé! No va por ahí la cosa.
Te pido que reflexiones y, sobre todo, que seas inquieto. Que no te abandones al «lo hago bien porque pago» y que pienses por qué no lo estás haciendo tú mismo.
Una vez concienciados y dependiendo de nuestra situación (y de las necesidades, que no es lo mismo necesitar ayuda con el abuelo, que ya no puede moverse, que ser incapaz de limpiar tu habitación con 35 años), ya veremos si contratamos a una empleada del hogar.
Pero, primero, intentemos hacerlo nosotros mismos.