La mayoría de los hombres no nos abalanzamos sobre una mujer a la que no conocemos para darle un «beso falso» con nuestra mano interpuesta, separando las bocas. Sin embargo, es más común que adoptemos un rol aledaño, el de la justificación de ese tipo de acciones, el de «no es pa tanto» e incluso seguir la broma.
Es importante dejar de hacerlo.
Hoy, hemos conocido que eso del «beso falso» le ha pasado Teresa Rodríguez, de Podemos Andalucía, que ha sufrido esa agresión machista por parte de un empresario sevillano en el marco de su actividad como representante política. Poco sentido tiene que vuelva a redactar yo lo que cuenta ella:
Lo primero de todo es constatar un hecho: si le pasa a otra, no nos enteramos. Nos hemos enterado porque ella es un cargo público y ha decidido hacerlo público. Esto quiere decir que es difícil pero posible imaginar la cantidad de escenas como esta que ocurren a diario a lo largo y ancho de la esfera laboral.
Lo segundo, entrando en materia, es que este es un caso especial de esa petición que hacemos desde Antiseductor de NO CALLARNOS cuando vemos a otro hombre hacer una barbaridad. ¿Por qué? Porque hablamos de un empresario y del ámbito laboral.
Si parecía difícil llamarle la atención a alguien con quien, en principio, nos tratamos de iguales (por ejemplo, tu mejor amigo cuando lanza piropos en un bar), imagina plantarnos ante un jefe, o ante alguien que ejerza algún tipo de poder sobre nosotros.
La confrontación directa (el «hey, tío, ¿qué haces? No hagas/digas eso. Déjala en paz») funciona en muchos casos, pero llamarle la atención a tu jefe puede poner en peligro tu relación con él. En este caso, poner en peligro la relación nos lleva un abanico de situaciones que va del mobbing al despido, pasando por el sutil empeoramiento de la relación con alguien que ves 8h/día y que te ordena qué hacer durante todo ese tiempo.
Obviamente, no voy a pedir que nos martiricemos y pongamos en peligro nuestro trabajo por una compañera ¿verdad?, cada cual que haga lo que considere, ¿no…? *emoji pensativo que se toca la barbilla* Bueno. Obviamente, este es el momento en el que tú decides si estás del lado de la compañera que sufre la violencia o de tu jefe, que la ejerce.
Vamos, que sí, que un poco sí lo voy a pedir: o estamos con las compañeras o estamos con el jefe, y tú sabrás si quieres ser el esclavo bueno o el esclavo malo. Lo de la transversalidad era esto: al final todo afecta a todo y, a veces, la lucha obrera y la lucha feminista confluyen en un mismo punto, en la misma acción, en levantarse y decir «hasta aquí». Si fuese una amenaza a un compañero también nos levantaríamos, ¿no? Pues eso.
Además, tal y como están las cosas en este país de pyme, becariado y ERE, en realidad ya te habían comprado papeletas pal despido, tranqui.
El alcohol: ni causa ni excusa
El empresario que ha agredido a Teresa Rodríguez ha hecho unas declaraciones en El Independiente donde dice que se arrepiente y que la culpa de todo la tiene las copitas que se tomó, que igual hizo eso como pudo haber hecho el mono subiéndose a una silla.
Lo que pasa es que no se subió a hacer el mono en ninguna silla. Hizo ESO que relata Teresa Rodríguez y que él ha admitido. Siempre pasa lo mismo: el alcohol es una excusa para hacer lo que queramos; si nos pillan y nos cae la del pulpo, entonces el alcohol es el culpable de nuestros actos, y no nosotros.
Y ¿qué es eso de que hizo eso como pudo haber hecho otra cosa? Pero tío: no inventes. HICISTE ESO. No hiciste la otra cosa. No me vengas con situaciones hipotéticas; aquí solo tratamos las cosas que suceden, y lo que sucedió fue que te pasaste.
Se puede beber y no agredir, porque no es la bebida lo que agrede: es el bebedor. No nos chupamos el dedo y ya está bien. Que se sepa, además, que no nos chupamos el dedo. No es por hacer apología del consumo del alcohol (el alcohol es, en general, malo para la salud) pero recordemos: hay otras formas de beber y otras borracheras. Ni en cenas de empresa ni en copitas navideñas, en ninguna situación el consumo de ninguna substancia justifica, excusa o es causa última de las agresiones machistas.
Lo sabemos y se lo vamos a recordar.