A ver. Si es que ya lo sé.
Ni tú ni yo somos rondadores nocturnos.
Ni tú ni yo vamos a importunar a una chica a las 3 a.m. si nos cruzamos con ella en un callejón oscuro, ni le vamos a pedir el número de teléfono, ni le vamos a decir que «qué hace una chica como tú tan sola por aquí».
Lo sé.
Lo que pasa es que ella no tiene por qué saberlo. Es más, probablemente ella no lo sepa.
Porque no nos conoce.
Y tampoco hace falta que nos conozca, que ese esa es un poco una de las ideas principales que defendemos en Antiseductor.
No asustar es muy fácil si lo intentas (pi pi pi piribi)
El principal problema que tenemos los hombres en temas relacionados con opiniones y sentimientos de las mujeres (o cualquier otro ser humano que no sea un hombre tal y como nosotros lo somos) es que nos falla la empatía.
Ya, ya lo sé: a ti no te falla la empatía. En general. La mayoría de las veces. Hasta que no te encuentras con una situación nueva, que ahí a lo mejor un poco sí.
El caso es que, lo sabemos todos, a veces es difícil empatizar con una situación que nunca jamás hemos vivido y, sobre todo, con aquellas con las que no nos han propuesto empatizar.
Porque es verdad: con algunas cosas nos enseñan a empatizar desde pequeñitos y con otras ya tal.
Molotov tiene una canción que se llama Frijolero y que habla de los migrantes mexicanos que van a Estados Unidos. Tiene unos versos que dicen así:
«Podrás imaginarte desde afuera
Ser un mexicano cruzando la frontera
Pensando en tu familia mientras que pasas
Dejando todo lo que tú conoces atrás».
¿Conoces alguna canción que, en la misma línea, diga algo como «imagínate ser una mujer y que un tolai que no se entera de la misa la mitad se tire 20 minutos caminando de tras de ti de madrugada todo oscuro de camino a mi casa»? Porque podría ser un buen punto de partida para trabajar este tema.
Así, volvemos a lo que decía arriba: que da igual que tú seas X o Y. Que aquí el problema es que no te estás poniendo en la situación de alguien que ha sufrido situaciones que puedes imaginar pero que te cuesta hacerlo. ¿De qué situaciones hablo? Del acoso callejero, de los acercamientos no deseados, de los piropos, de los insultos, de los silbidos, de los «ven conmigo que te lo vas a pasar bien, guapa».
Caminar detrás o al lado de una mujer a las tantas de la mañana y no asustarla es tan sencillo como
dejar
de
caminar
detrás
o
al
lado
de
una
mujer
a
las
tantas
de
la
mañana.
Y llegará Manuel, que lo conocemos desde el instituto, y dirá «a ver si ahora no voy a poder caminar por donde me plazca» y le diremos «sí: puedes caminar por donde te plazca pero si puedes evitar joderle la noche a alguien pues un poquito de por favor, tío».
No tenemos mucho margen de maniobra en cuanto a lo que piensa alguien al vernos. Esto es aplicable en el callejón oscuro a las tantas de la mañana como en una entrevista de trabajo, no te creas.
Es probable que para la entrevista de trabajo te duches y te peines (bueno, yo lo haría), de modo que puedas trasmitir el mensaje «hey, que me ducho y me peino» a tu interlocutor. Del mismo modo, si no quieres parecer un creep podrías intentar no hacer cosas que hacen los creeps.
- Cámbiate de acera.
- Acelera el paso y adelántala cuanto antes.
- Reduce el paso y deja que se pierda.
- No te dirijas hacia ella si viene de frente.
No es difícil y, si puedes imaginarte lo que supone abandonar a tu familia e intentar cruzar un río para buscar un trabajo, seguro que puedes imaginarte lo que supone sufrir acoso callejero de manera habitual.
Y, por favor, una vez lo hagas, compártelo con tus amigos pero no hace falta que lo publiques en ningún medio de comunicación como si fueses el puñetero William Wallace, adalid de la libertad defensor de los débiles y desvalidos. Simplemente, asegúrate de que otros como tú, como nosotros, entiendan por qué está guay no asustar a nadie.